CIENCIA Y TECNOLOGÍA
“Doomscrolling”:
una adicción catastrófica
Las malas noticias se multiplican. Pandemia, guerra, crisis climática. Nos empapamos de desastres. ¿Cómo encontrar la medida justa de información?
Navegamos
por diferentes redes y portales, y en todas partes encontramos temas igualmente
deprimentes. ¿Paramos? Naturalmente, no. Seguimos consumiendo información
negativa.
Eso es
precisamente lo que significa doomscrolling, una combinación de los
términos ingleses "doom" (desastre, fatalidad) y
"scrollen". Describe el aparentemente inagotable consumo de malas
noticias, que se ha vuelto habitual a más tardar desde la llegada de la
pandemia de COVID-19.
Resabio de la prehistoria
El fenómeno
suena paradójico y, de algún modo, lo es. Aquí actúa el llamado
"sesgo de negatividad” o "efecto negativo”. Los seres humanos tenemos
una tendencia natural a la negatividad. Por ejemplo, la crítica tiene mayor
efecto en nuestro comportamiento y a nivel cognitivo que la alabanza. Lo mismo
se aplica a las malas noticias.
"Nuestro
cerebro elabora las palabras negativas más rápido, mejor y más intensamente, y
eso lleva a que también las retengamos mejor”, indica la neuróloga Maren Urner.
Y eso tiene sentido, al menos desde el punto de vista de la evolución
biológica. "En tiempos del tigre diente de sable y del mamut, una mala
noticia pasada por alto podía costar quizás la vida".
Nuestro cerebro sigue tratando de luchar contra la incertidumbre buscando información. Queremos estar preparados para las amenazas que nos acechan. Cuantas más malas noticias leemos, mejor preparados nos sentimos. Pero es una falacia. El método puede haber funcionado contra los mamuts, pero no sirve en tiempos de aplicaciones y redes sociales.
Aplicaciones que nos vuelven insaciables
Porque las
aplicaciones están programadas para mantener nuestra atención. Y se valen de
todo tipo de trucos psicológicos. Muchas aplicaciones ofrecen contenido
ilimitado. Es como lo que pasa con una bolsa de papas fritas: no podemos parar
de consumir. Solo que la bolsa de papas fritas alguna vez se vacía.
El
"experimento del tazón de sopa sin fondo”, realizado años atrás por el
investigador estadounidense Brian Wansink, demostró cuán irreflexivo puede
ser nuestro consumo. Algunos de los participantes en el estudio recibieron
tazones de sopa que volvían a llenarse solos, sin que lo pudieran notar. Y
tomaron un 73 por ciento más de sopa que aquellos que recibieron una porción
definida. Además, no creyeron haber comido más ni se sintieron más saciados que
los integrantes del grupo de control.
Los
resultados de ese experimento podrían aplicarse a nuestro comportamiento de
consumo tanto de papas fritas como de feeds de noticias
Las reacciones cerebrales
Conocer el truco no reporta inmunidad. Porque las aplicaciones y demases causan adicción, ya que surten efecto sobre nuestro metabolismo cerebral. El botón de "me gusta” provoca auténticas sensaciones de felicidad. Si nuestras publicaciones reciben aprobación, en el cerebro se libera dopamina. Nos sentimos fantásticamente y queremos más. Ergo, intentamos cosechar más "me gusta” y le dedicamos aún más tiempo a la aplicación.
Las redes sociales capturan con trucos psicológicos.
Pero
volvamos a la espiral de noticias negativas: también ellas tienen efecto en
nuestro cerebro.
La dopamina
no es la única hormona responsable de nuestras sensaciones positivas. También
lo es la serotonina. Pero ver o leer noticias negativas hasta altas horas de la
noche, y el consiguiente agobio psicológico o estrés, pueden influir
negativamente en el nivel de serotonina. Las consecuencias pueden ser
agotamiento, tensión, irritabilidad, bajones de ánimo o trastornos de sueño. Y
ahí entra en el juego la hormona cortisol, que en situaciones de estrés aumenta
transitoriamente nuestro rendimiento. Sin embargo, un nivel permanentemente
elevado de cortisol puede ser dañino.
Los efectos
del "doomscrolling” y su intensidad pueden variar según la persona, pero
muchos dicen sentirse inquietos, temerosos, deprimidos y aislados. También hay
estudios que apuntan a una relación entre el consumo de malas noticias y un
mayor nivel de miedo, depresión, estrés o incluso síntomas similares al
síndrome de trastorno postraumático.
El papel de los medios
La neuróloga
Maren Urner también analiza el papel de los medios de comunicación en este
contexto. Porque también ellos se valen del efecto negativo. Las malas
noticias, lisa y llanamente, venden más y generan más clicks. Pero el cúmulo de
noticias negativas provoca que también nuestras expectativas sean demasiado
negativas. "Partimos del supuesto de que el mundo es peor de lo que realmente
es”, dice la especialista.
El
agobio causado por
el exceso de información negativa tiene efectos en la salud.
Sin duda es
importante mantenerse informado de lo que ocurre en el mundo. Pero ¿es
necesario que sea las 24 horas del día, todos los días? No. Hay que
encontrar la justa medida. Por ejemplo, puede ayudar fijarse horas determinadas
para leer noticias. O desconectar las alertas informativas. O declarar el
dormitorio zona libre de pantallas. Leer un sinfín de malas noticias antes de
dormir es especialmente dañino porque el organismo está cansado y necesita
relajarse.
Cortecia de https://amp.dw.com/
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