ALBERTO BEJARANO ÀVILA
Cumplo lo anunciado indicando los cuatro principios que harían del Tolima un hábitat fértil y firme para “sembrar y cosechar progreso” y que luego sustentaré para precisar su esencia.
Ellos son: a) el Tolima, territorio histórico, identitario, autónomo y forjador de su desarrollo integral. b) el desarrollo del Tolima no depende de la voluntad nacional. c) reconstruir tejido social partiendo del reencuentro de los tolimenses, d) forjar identidad política para alcanzar cohesión social regional y peso político nacional. La sustentación de estos cuatro principios y su simbiosis, solo podría interesar a quienes lealmente crean urgente un quiebre histórico en el Tolima y que, por ello, quieran examinarlos, adoptarlos y mejorarlos como estrategia para doblegar la tácita connivencia entre el personalismo mesiánico y la lógica desarrollista que ha impedido la construcción de un Tolima cohesionado, inclusivo, moderno y próspero.
El desarrollo incluyente e integral de un territorio histórico, como el tolimense, no se funda en el pragmatismo o la codicia económica; al contrario, estos errados dogmas suelen causar conflicto, exclusión, división social, marginación, saqueo de recursos naturales y otros males ya endémicos del Tolima.
La responsabilidad social, la cohesión, la solidaridad, la identidad, el
sentido histórico y otros valores intrínsecos son los que legitiman la visión
compartida de futuro y la voluntad para acordar el cómo construirla. El
legítimo deseo de mejor calidad de vida insta a hacer empresa personal o
asociativa y ese espíritu emprendedor tiene que ser virtud común que invite a
la cooperación para así crear un clima favorable para emprender en todos los
sectores de la economía regional, pues cuando la mezquina egolatría es la que
urge la avidez de riqueza y poder, entonces el liderato público y privado se
empequeñece y atrofia y esa degradación engendra engaño, desconfianza,
“canibalismo”, petulancia y otras desviaciones y perversiones éticas y mentales
causantes y cómplices del atraso.
Con fundamentos indico que los valores que hicieron posible la visión
compartida de futuro y las grandes fuerzas progresistas en regiones de
envidiable bienestar son innatos y por ello intrínsecos, pero sin olvidar que
en días lejanos, cuando también sufrían barbarie y atraso, esos valores
nacieron de ideas disruptivas que suscitaron sus luchas para producir quiebres
históricos, pues supieron que escribir historia implicada renunciar a
costumbres decadentes y a su estoica abulia y sumisión y negarse a toda imposición.
La moraleja de este atisbo dirá que regiones ricas con gente pobre, como el Tolima, que no construyan intrínsecos valores terrígenos para afirmar su visión de futuro, vivirán bajo la egida del mesianismo, la egolatría y ese centralismo que aúpa el clientelismo causante de alienaciones, corruptelas y atraso
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