Cómo no decepcionar (I)
Por ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Quien se cree vocero y gestor de
cambio en el Tolima aún no comprende que está obligado a replantear sus
paradigmas políticos.
De cara al 29 octubre próximo y, en
todo peldaño de la escala electoral, ya oímos la proverbial frase: “se necesita
un buen candidato” y, desde luego, cada quien alega que el suyo es el mejor y,
además, el mismo candidato se autodefine como tal y así, seamos francos, es
como todos caemos en fruslería teórica y de visión porque el gran derrotero
para rehacer al Tolima en su integralidad y desde cada municipio no existe y,
por ello, la historia política del Tolima excede en “buenos candidatos” y malos
resultados. Todo candidato será “bueno” porque esa acepción es subjetiva y
optativa por no acrisolarse en la ética, las ideas estructuradas y el liderazgo
colectivo y por ello el cambio será quimera mientras “los buenos” ejerzan la
mala o nefasta política dizque pretenden cambiar.
Al observar atentamente la forma y la
racionalidad manifiesta de cada candidato, veremos que no es el centrismo
tolimensista el generado de profundas ideas transformadoras sino el
egocentrismo que apela a problemas sentidos o lugares comunes (típica
demagogia) para mimetizar su interés personal. Lo dicho puede ser refutado (lo
agradecería) por quien revele el nexo entre las ideas y el programa de
cualquier candidato y el “ideario” que para el Tolima tiene el partido que lo
avala, pues la transformación del Tolima, como causa común, (incluye a cada
municipio) solo la guiará un ente político que suscite el liderazgo colectivo
desde la visión política del cambio y no desde la atomización de intereses
personales. Mientras esta entidad exista, personalismos y naderías serán el
piratesco banderín político del Tolima.
Por ausencia de honradez mental y
personalidad política, las soluciones que ya se ventilan, en vez de
esperanzadoras, anuncian la exacerbación de los males municipales (en
particular la maltrecha Ibagué) y el departamento en su integralidad. Aunque lo
he intentado, porque no quiero ser cómplice de más decepciones, confieso que
ningún candidato, virtualmente “progresista”, (de otros poco o nada esperaría),
aceptó, hasta ahora, que el fin de la política es transformar al Tolima y que
elegir es solo un medio para lograrlo y que este supuesto se cumplirá si, en la
campaña misma y con un mismo ente político avalándolos, un destacado número de
candidatos demuestran su unidad para gestionar aquella digna causa.
De diversas maneras he argüido la
necesidad de otra política para avanzar hacia el progreso tolimense y ahora,
con debido respeto a los ilustres candidatos, amplio lo argüido diciendo que la
transformación del Tolima solo la logrará un coro rítmico, no solistas, divos o
vedets; apóstoles, no diositos; una orquesta afinada, no estruendos chillones
de cornetas dispersas. Para no decepcionar, unidos, pero no en coaliciones
jabonosas y fugaces, sino por principios y por un sesudo y genuino proyecto
político de cambio, el progresismo tolimense legitimará el apoyo ciudadano
invitando a votar por una gran causa encarnada en gente consecuente.
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