SIN APERTURA MENTAL, NADA
Por ALBERTO BEJARANO
Pese a querer asumir con respeto y
cordura el pluralismo ideológico que origina los distintos análisis de los
primeros cien días del gobierno de Gustavo Petro, es difícil hallarles
sindéresis a los objetores de casi todo cuanto viene haciéndose por el cambio,
que, como titula El País, España, es “un cambio en un país que vuelve a tener
rumbo”.
Comprar tierras para redimir el campo y lograr soberanía alimentaria y precios justos; inicio de la transición de emisiones de carbono a la sostenibilidad ambiental para cooperar con países dispuestos a encarar una hecatombe mundial no lejana; paz total para conseguir sosiego y condiciones para trabajar el campo; justicia tributaria para comenzar a superar la vergonzosa desigualdad; liderazgo internacional que empieza con el reencuentro con países hermanos y la convocatoria a la unidad de América de Latina frente al mundo; solucionar los crónicos y graves problemas del sistema de salud; dignificar la diplomacia en el mundo por el bien de Colombia.
Estas y muchas más acciones, propias
de un estadista, ya muestran que el cambio es posible y que sus virtudes se
verán, unas en el corto y mediano plazo y otras en el largo plazo y, por ello,
al objetor de lo inobjetable lo juzgo, o bien como un malintencionado o mala
leche que ansía que el cambio fracase para asegurar la injustificable
continuidad del modelo político-económico que hizo del nuestro uno de los
países más violentos, regresivos y desiguales del mundo o bien como el
testarudo que cree en “gobernantes benefactores” que solo reparten migajas de
la torta que engullen con morbosa gula. Parece entonces que, unos por ausencia
de espíritu solidario o por indolencia social y otros por cortedad mental, no
logran entender que se debe gobernar para construir un Estado de bienestar
social y no uno de privilegios.
Sin duda los grandes cambios que ya
estamos viendo, tarde o temprano llegarán al Tolima, claro, siempre y cuando el
tolimense no los espere como dadivas propias de un “gobernante benefactor” y si
como derecho que los tolimenses podemos conseguir si sabemos leer bien el
momento histórico y decidimos sumar, de manera sincronizada, los esfuerzos de
toda la institucionalidad pública, privada y social. Que el Tolima coopere y se
beneficie del cambio, excúsenme la franqueza, supone trascender a ese Tolima
autista, “godofredo” y politiquero incapaz de dialogar para trazar otro rumbo,
algo que se logra abriendo la mente para fundar una voluntad política tolimense
que engrane con la gran empresa para trasformar al país.
Ese talante medioeval que en cerca de
15 mil días (ocho lustros) fue incapaz de traer justicia social, progreso,
prosperidad y modernidad al Tolima, no tiene autoridad moral e ideológica para
que los feudalistas vitrineen, posen o roben audiencia, para exhibirse como
“lideres” críticos que denuncian como, en 100 días, el gobierno nacional aún no
trasforma al Tolima, Sin duda los cambios nacionales crearan las condiciones
para el cambio en el Tolima, cambio que, necesariamente, requiere ahora de una
profunda reconversión del alma tolimense.
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