Por Paloma Valencia Laserna
Colombia tiene un doble rasero para todo. El acuerdo ilegítimo de La Habana es la concreción de un orden legal paralelo, según el cual los criminales más sanguinarios quedarán en la impunidad. La disfrazaron con un remedo de investigación y juzgamiento, eliminando la parte esencial: la pena, única capaz de comunicar a la sociedad que lo ocurrido era y es inadmisible. Pero cuando se pactaron 7 años de cárcel para los paramilitares, aquello, dijeron, era insuficiente.
Dicen
que el caso de Santrich es distinto al de Uribe. Que a Uribe siendo dos veces
presidente y el senador más votado de Colombia, se le puede dictar una
detención preventiva; en tanto a Santrich no porque era desmovilizado.
Desmovilizado y terrorista y secuestrador y asesino y solicitado en extradición
por los EE.UU. por mafioso.
Argumentaron que había que cuidar el acuerdo. Qué una extradición era terrible. Pero cuando Uribe extraditó a los paramilitares -que como Santrich delinquían después de los acuerdos- lo presentaron como un premio. Es para silenciarlos, dijeron.
Ellos
protegen a los criminales, los abrazan, los celebran. ¿Qué hubiera pasado si
Uribe hubiera protegido a un paramilitar de esos que se desmovilizaron? ¿Si lo
hubiera tratado como si fueran amigos? No digamos Uribe, cualquier uribista,
¿Qué habría pasado si lo hubiera recogido de la cárcel y ese sujeto hubiera
escapado y conformado un grupo criminal para asesinar colombianos? Estaría
preso. Eso solo se le admiten a los de izquierda. Pueden ser amigos y cercanos
a los criminales y narcotraficantes y posar de amigos de la paz; y asegurar al
mismo tiempo, que los amigos de los narcos y delincuentes somos los uribistas.
Pueden
ir de cárcel en cárcel en busca de testimonios para afectar la honra de Uribe.
Ofrecer beneficios; hacer pagos humanitarios. Eso todo contribuye a la verdad;
nos dicen. Pero si el Presidente Uribe intenta que los criminales cuenten eso
que está pasando, él los manipula, los soborna.
El
sesgo de la justicia viene de tiempo atrás. El computador de Raúl Reyes, certificado
por la Interpol, develaba los vínculos de la Farc-política y fue abruptamente
ignorado para proteger a los mismos que hoy siguen protegiendo. Contra Uribe
las chuzadas ilegales sirven de prueba, se vale violar las normas y burlarse de
las garantías constitucionales.
La
Corte es intocable a pesar de los escándalos de Giorgio Sale, de los minibares,
relojes, el cartel de la toga, la venta de sentencias… A pesar de las
grabaciones donde dicen que contra el uribismo hay que proceder con argumentos
políticos y no jurídicos, en legítima defensa. Y la Fiscalía que bajo el mando
de Montealegre montó una operación de extorsión a paramilitares para enlodar al
Presidente Uribe amenazándolos con la expulsión de Justicia y Paz. Además de
infiltrar la campaña de Zuluaga con complot con la dirección de inteligencia.
Investigaciones que no avanzan ni avanzarán. Y los chuzadores somos los
uribistas.
Tuvieron
que recurrir a un delincuente común que no fue paramilitar para implicar a
Uribe. Y hacen fiestas. Desconocen todo elemento probatorio, todos los
testigos, toda la verdad. Ya hablan de un pacto de esas izquierdas radicales
para someter a Colombia al fracasado modelo del socialismo del siglo XXI, por
décadas, nos anuncian.
No
pierdo la esperanza. La solidez de la inocencia de Uribe, y que ver del otro
lado a Maduro y los terroristas de las Farc me dan la certeza de estar del lado
correcto. Colombia no desfallezcas, lucha y defiéndete; una constituyente para
la creación de una sola justicia justa puede ser tu salvación.
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