Quijotadas (II)
Por: ALBERTO BEJARANO ÁVILA
En la entrega anterior decía que, por no ser un camino sino muchos
caminos los que debemos transitar para alcanzar el desarrollo tolimense, es
ineludible deber el construir ese mapa de caminos.
Pero el quid está en quien debe construir tal mapa, pues, como en la
paradoja del queso y el ratón, hasta hoy se ha confiado la gestión del futuro a
“políticos”, que cuando no son causa son sostén del atraso, o ese quehacer se
deja al criterio de tecnócratas que, como única vía, plantean tesis refritas y
de hecho inútiles y así lo único que se logra es que el anhelo de progreso
sirva para que gente astuta, en lo privado y lo público, conserve o cree
espacios para sus intereses personales y que el liderazgo colectivo brille por
su ausencia y, por tanto, de no cambiar la conducción del desarrollo, mal
seguiremos por sécula seculórum.
Ante el complejo asunto de conducir seria, sostenida y eficazmente el
desarrollo tolimense que, como dije en la primera parte, es suma de muchos
capítulos geopolíticos y sectoriales, surge, como única opción viable (se
estrellará contra el silencio), que el Comité de Gremios, para el caso ampliado
con actores de la sociedad civil, funde el Colegio Rector del Desarrollo
Tolimense como entidad jurídica y cuyas funciones serían acopiar los planes
estratégicos de cada subsector económico y social, Gobernación y municipios
para estructurar el auténtico proyecto político para transformar al Tolima. Así
entonces sería la sociedad, en su integral expresión, la que decida caminos de
desarrollo a pactar con “las fuerzas políticas” y, de esta manera, hacer que el
regionalismo se haga democracia y cambie el sentido de la política.
El Colegio Rector del Desarrollo Tolimense (Crdt), por ser entidad
estable y foro continuo de temas atinentes a la restauración del Tolima, tendrá
costos que, por supuesto, serán infinitamente inferiores a lo dilapidado
durante tantas décadas de abuso contra el erario y de patinar con los
presupuestos gremiales y sociales. El Crdt además coordinaría eficazmente a
entidades académicas, públicas, económicas, mediáticas, sociales y políticas
para afianzar las sinergias y lograr que el lenguaje del desarrollo adquiera
sentido, consistencia, coherencia y sincronía y que el palabreo populista no
sea más la impronta de nuestra regresiva cotidianidad.
Tal vez de economía haya claridad, pero no en lo social, que hoy no
contribuye a las sinergias del desarrollo (sistémico) por ser nicho de un
populismo, cuyo único antídoto es la sociedad civil organizada que tendría que
promover el Crdt. Cultura, usuarios de servicios públicos, colonias, migrantes,
profesiones, artes y oficios, veedurías, medioambiente, empleabilidad, trabajo
social, etc, serían formas de organización social que, siendo serias y no
manipuladas por charlatanes, aportarían sinergias al bienestar común y al
avance del aparato productivo.
Termino con una cita de Víctor Hugo hallada en sesudo escrito de un
amigo: “¿Sabe cuál es mi enfermedad? La utopía. ¿Sabe cuál es la suya? La
rutina. La utopía es el porvenir que se esfuerza en nacer. La rutina es el
pasado que se obstina en seguir”.
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