La excepción confirma la regla

Por: Alberto Bejarano Ávila
En artículos anteriores me refería a la historia tolimense como sofisma que prospectivistas y teóricos de los últimos lustros han usado para dar tinte intelectual a propuestas que nunca les dan resultados y no la historia como experiencia vital que enseña cómo el Tolima, hasta los años cuarenta del siglo pasado, venia tejiendo un lento pero firme desarrollo que, desde los años cincuenta, comenzó a declinar por la violencia, la politiquería y la globalización que trajeron abusos, quiebres sociales, fracasos y malas mañas que turbaron el alma tolimense y de ahí el frágil y aciago presente del que tanto nos quejamos. Mientras el deseo tolimense cabalgue sobre condiciones azuzadas desde afuera y no construyamos pensamiento propio para escribir nuestra propia historia, ninguna visión estratégica de futuro dará resultado.

Si bien las soluciones a la problemática expuesta en los artículos aludidos estaban implícitas, acepto el reclamo de varios amables lectores que, estando de acuerdo con lo allí expresado, no hallaron soluciones claras y por ello, en artículo posterior, intentaré, al menos, bosquejar una idea estructurada de cómo pienso debe enfrentarse el desafío del desarrollo del Tolima. Es obviedad indicar que las páginas de la historia tolimense que aún están en blanco son las del futuro, pero no pareciera tan obvio decir que esas páginas, como seguramente ocurrirá, serán escritas por la inercia o por manos extrañas, si los tolimenses no decidimos escribirlas con nuestra imaginación, nuestros acuerdos y nuestros esfuerzos compartidos.

Como el refrán dice que “todo depende del cristal con que se mire”, confieso que la “Revista Empresas Generadoras del Desarrollo del Tolima”, publicada por END el anterior domingo, me llamo especial atención, pues allí vi cómo es que “la excepción confirma la regla”. Al leer detenidamente las empresas allí inscritas y porque de alguna forma he sido testigo del tesón de muchos empresarios tolimenses por nación o adopción, reconozco en ellos un edificante ejemplo del espíritu emprendedor tolimense que confirma que el obstáculo para originar la implosión empresarial tolimense nunca fueron la inteligencia y las oportunidades, pues ellas sobran, más si las condiciones propicias que no creamos por andar oyendo cantos de sirena y no reencontrar el carácter, la identidad, el “nuevo orden” sociológico y las sinergias.

La muestra empresarial tolimense allí incluida (sin descalificarla, desagrego la no tolimense) es solo honrosa excepción, porque la regla es el atraso, la informalidad y el desempleo y por tanto revertir esa regla exigiría que estas, llamémoslas nuestras empresas tolimenses, sean multiplicadas al menos por cien y en todos los sectores económicos, ojala prevaleciendo en agroindustria, industria, finanzas y empresas públicas y que la visión de nuestras empresas, multiplicadas por cien, debe ser el norte de la prospectiva y de la política pensante, decente y ética, si tenemos coraje para inventarla. Es elemental saber que si queremos ser prósperos debemos crear riqueza financiera (las otras pululan) y que esa riqueza debe ser compartida, pues es ingenuo creer que podemos alcanzar el desarrollo con dineros y “consejos” ajenos.

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